
La obra de Los Transferencistas
Invitada a mirar una colección de obras pictóricas de Los Transferencistas, noté que lo hice con interés y también con gusto. El conjunto de piezas me pareció atractivo y despertó mi disposición para identificar qué tipo de experiencia estética me generaban. Mi relación como espectadora se basa en un aspecto sencillo: ¿a qué me invitan las obras, qué me hacen sentir y pensar, a dónde me conducen?
Mientras las observo me transporto al mundo interno de sus autores. Ahí están como vistazos, como muestras de su pensamiento y de sus emociones. Referirnos a nuestro mundo interior es de suyo complejo y lo que me parece a mí al ver estas obras es que son ejemplos de un ámbito que no se explica de un solo modo, ni por un solo camino; que no es estático, ni plano.
En general, la composición se asemeja a un tejido. Sí, a lo que identificamos como un corte del tejido muscular o del tejido de un sistema vegetal. Los trazos aluden a una interrelación de elementos. Y es aquí donde, desde mi punto de vista, los colores empleados son los que ofrecen claves sobre las emociones plasmadas. En las obras que miré predominan los tonos oscuros; hay varias zonas negras. En algunos casos esas sombras dejan ver zonas de luz, para lo cual el artista usó amarillo, rosa, blanco, verde, naranja o rojo. Entre más presencia tienen estos colores luminosos, más vibrantes, más intensas son las composiciones. Hay mucha pasión en las obras con esos colores y con el contraste que hacen con las sombras.
De modo secundario hay algunas figuras de nuestro mundo sensible: algunas flores, hojas, unos troncos. En este sentido considero que Los Transferencistas optan por ofrecen puntos de vista sobre su interior pero no sobre el mundo externo. Su búsqueda es introspectiva, sin duda. Entonces no se trata de obras figurativas sino abstractas. Pero tampoco son piezas que economicen el uso de líneas, ni de plastas de color, ni de la extensión que ocupa la composición en el lienzo. Son más bien obras que se expanden en el espacio dado por el lienzo. Ahí viven esos registros del interior de sus autores, quienes no describen ni narran. Ellos muestran, comparten con nosotros cómo luce un instante de un ámbito de su ser. A decir verdad, no estoy segura de que podamos hablar de instantes del mundo interno como si fuera un corte en el tiempo, como si fueran momentos. Tal vez podamos hacerlo y, entonces, la propuesta transferencista podría referirse a lo que ocurre en un fragmento del tiempo, y que se transformará poco a poco en otra cosa.
Los Transferencistas han dicho que en sus obras forman “el camino incognoscible, donde la mente está a nuestro servicio para liberar la carga, limpiar los ojos y la forma”. De acuerdo, tal vez sus composiciones son una traducción, por la vía pictórica, de lo incognoscible, y su quehacer artístico sea de tipo catártico. Sin embargo, los objetos resultantes de esta labor no parecen resultarle ajenos a los espectadores. Al menos no me resultan a mí así. Mientras me sumerjo con la mirada en esos universos advierto que me ligo a ellos porque me permiten evocar lo que en algún momento yo también siento y pienso que ocurre dentro de mí.
Raquel Montes Castro
Coordinadora de comunicación del Museo Universitario del Chopo
Ciudad de México, febrero de 2015